4 years ago

El Ávila Arde - Lecciones Sobre el Dejar Ir

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La renovación y la transformación son siempre difíciles. La crisis es inevitable y no ocurre sin destrucción ni dolor. Así pues, el Ávila, Montaña Sagrada y Guardiana de la ciudad de Caracas, se incendia fuera de temporada para resurgir más verde. Con el comienzo del Año del Tigre y bajo el influjo de la Luna Nueva en Acuario, así también se nos llama a todos a entregarnos al fuego ahora, pues el mundo que está naciendo no tolerará las actitudes y conductas que hemos tenido hasta este momento, se nos demanda una evolución urgente y profunda.

En lo personal, estoy viviendo desde hace tiempo procesos muy fuertes que he compartido en muchos de mis artículos y, más recientemente, mis videos. Uno de ellos tiene que ver con la salud de mi abuela, la madre de mi madre, la única que he conocido en mi vida. A sus 94 años y con una fuerte lesión en la cadera, Ana Eloína ha estado postrada en cama por más de dos años y ahora ha desarrollado un edema pulmonar, lo cual significa que no vivirá por mucho más tiempo. He sabido desde hace mucho que tengo una labor trascendental qué cumplir por ella y el momento de cumplirla finalmente ha llegado. Debido a dificultades de varias índoles, es improbable que vuelva a verla físicamente, pero a nivel espiritual sin duda nos encontraremos.

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A mi abuela le ha costado enormemente irse. Le tiene terror a la muerte y, si bien es una católica acérrima muy religiosa y reza por horas cada día, eso no le ha traído sosiego, pues no ha comprendido aún la enseñanza más profunda de Jesucristo, que es la naturaleza de la Vida Eterna y la Resurrección. Nunca ha tenido a nadie que le ofrezca una perspectiva distinta del sufrimiento y, siendo quien ha sido, está llena de culpas por una labor de crianza y maternidad en la cual considera haber fracasado a varios niveles. Teme morir porque deja esas deudas y, aunque su corazón sabe que no hay nada qué temer, su mente está llena de los mantras restrictivos de su infancia y juventud. Lamentablemente, nadie puede decirle estas cosas, sólo le queda la irrevocabilidad de su partida. Es allí donde entro yo.

Mi trabajo será ayudarla a soltar las penas y los dolores, las trabas de lo físico, los hábitos de la materia. También me tocará tomar su mano para llevarla a la orilla entre los mundos y dejarla al cuidado de mi padre, mi madre y otras presencias a quienes ella ha suplicado ayuda para transcender. Una vez ese proceso esté listo, mi labor estará hecha y yo mismo tendré que dejar ir para siempre una parte de mí. Con su muerte, también muero yo. Con su resurrección, también renaceré yo.

Así pues, el Ávila arde y ardo yo también. Mi abuela arde en su cama y todo el planeta, con sus dudas y desdichas, sus errores y faltas, sus esquemas y estructuras, está ardiendo también ¿Qué viene después de la destrucción? Sólo una creación más potente y elevada. Las semillas que han estado esperando dormidas en la tierra arrasada se activan incluso mientras escribo estas palabras y, de ellas, como una explosión de vibraciones inconmensurables, surge la nueva vida.

Los invito a entrenar el sutil y terrible arte de dejar ir, pues este año será inclemente y los cambios que debemos implementar no pueden esperar. La tregua sólo nos la podemos dar nosotros, aceptando, respirando, latiendo y, con dificultad o sin ella, agradeciendo.

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