Urban Shamanism

The dangers of wanting to be right

One of the most liberating things that have happened to me during my self-exploration has been the dethronement of my own opinion. Opinions are very useful when we are attempting to set some definitions about our world, they allow us to compartmentalize and organize our perspective of reality in a way that facilitates navigation and access to particular information, like a net at sea, catching the fish while filtering out the rest. But nets can get cluttered, dirty or damaged if overused, and they can stop fulfilling the purpose they were made for, doing increasingly more harm.

When an opinion is never questioned and remains in use regardless of contextual changes, it starts to rot and becomes bulky like a cancerous tumor, occupying more and more mental space and blocking more and more potentially useful information. That is the birth of prejudice, and once we are afflicted with that corruption, it twists the fabric of reality before our eyes and our ability to detect and correct any harm is impaired, the prejudice colors everything and is tremendously hard to expose after that. We have seen countless examples and the consequences of this in human history.

I used to be very opinionated, always arguing a point with varying degrees of passion and understanding. Being right was so important to my sense of self-worth that I despised criticism and reacted poorly when someone countered my views or worse, proved them wrong. Therefore, a huge part of my process these past few years has involved training Silence and shedding Judgment, because I realized that my opinions were limiting me, as I was unable to see what was actually happening around me, blinded as I was with the need to label and interpret everything according to my arbitrary point of view.

Prejudice holds many dangers, it not only restricts the information we receive but automatically categorizes it, reducing the world to a false set of simple codes, strengthening the illusion of duality, hijacking morality and eroding responsibility and respect for others. The only way to prevent this is to be in constant alertness, regularly pulling our nets to clean and repair them or better, getting rid of them altogether, a difficult feat no doubt, but quite possible if we work on our humility and compassion.

Los peligros de querer tener razón

Una de las cosas más liberadoras que me han pasado durante mi auto-exploración ha sido el derrocamiento de mi propia opinión. Las opiniones son muy útiles cuando estamos intentando establecer algunas definiciones sobre nuestro mundo, nos permite compartimentalizar y organizr nuestra perspectiva de la realidad de una forma que facilita la navegación y el acceso a información particular, como una red en el mar, atrapando los peces mientras filtra el resto. Pero las redes se llenan de basura, se ensucian o daña si se usan demasiado, y pueden dejar de cumplir el propósito para el que fueron hechas, haciendo cada vez más daño.

Cuando una opinión nunca es cuestionada y se mantiene en uso sin importar los cambios contextuales, comienza a pudrirse y se vuelve abultada como un tumor cancerígeno, ocupando más y más espacio mental y bloqueando más y más información potencialmente útil. Ese es el nacimiento del prejuicio, y una vez que estamos contaminados con esa corrupción, retuerce la hechumbre de la realidad ante nuestros ojos y nuestra habilidad para detectar y corregir cualquier daño queda reducida, el prejuicio lo colorea todo y es tremendamente difícil de exponer luego de eso. Hemos visto incontables ejemplos y las consecuencias de ésto en la historia humana.

Solía tener opiniones muy fuertes, siempre estaba discutiendo con variables grados de pasión y entendimiento. Tener la razón era tna importante para mi sentido del valor personal que detestaba las críticas y reaccionabe pobremente cuando alguien contrariaba mis visiones o peor, las probaba erradas. Por lo tanto, una enorme parte de mi proceso estos últimos años ha involucrado entrenar el Silencio y deshacerme del Juicio, porque me di cuenta de mis opiniones me limitaba, ya que era incapaz de ver lo que en efecto estaba pasando a mi alrededor, ciego como estaba con la necesidad de etiquetar e interpretar todo de acuerdo a mi punto de vista arbitrario.

El prejuicio conlleva muchos peligros, no sólo restringe la información que recibimos sino que la categoriza automáticamente, reduciendo el mundo a un falso conjunto de códigos simples, fortaleciendo la ilusión de la dualidad, secuestrando la moralidad y deteriorando nuestra responsabilidad y respeto por otros. La única forma de evitar ésto es permanecer en constante alerta, sacar regularmente nuestras redes para limpiarlas y repararlas o mejor, desecharlas por completo, una hazaña difícil sin duda, pero totalmente posible y trabajamos en nuestra humildad y compasión.