Urban Shamanism

The undying certainty of life

Today we have an eclipsed Full Moon in Sagittarius and again, a Rune emerges both at night and day. This time it's Othala, the Rune of the Ancestors and of all earth-bound works. The energy is that of memory, of acknowledgement of the past and navigation of the recondite spaces of our awareness, an inexorable process that we live intimately and collectively. Today's runic message has got me thinking about Death, a topic with which I've had an extremely profound experience and which is undeniably the main root of human fears.

Death is the great Equalizer. All cultures in the world have approached the physical passing of loved ones in relatively the same way because the emotions that this event invokes are the same regardless of gender, race, nationality or historical period. We've all created more or less elaborate rituals to bid farewell to those who have departed and alleviate the sorrow of the panorama of not seeing the face or listening to the beloved voice again in this plain. There are peaceful deaths and violent deaths, lonely and public, lamented and also celebrated, but all of them leave an indelible mark in our story; moreover, it's not only about the deaths that are close and known, but about all of those that we don't see and don't even hear about, so ancient or private that nobody remembers them and which nevertheless are etched in our cells, secretly swaying everything that we do, feel and think.

All things die in this Universe, even the stars and the galaxies. Our material life is too short and our perspective too small for us to be aware of these deaths, but they happen as certainly as the ones we do witness. How can we manage that vastness? Does existence have a meaning if everything eventually reaches a definitive and unknown end? Here's where the spiritual work plays a part. No knowledge that we've collected in the whole extension of our presence in this world can offer us the vision that we get from mystical systems and spiritual philosophies, because all of them are restricted to the study and interpretation of this material plain, leaving the deepest most essential questions unexplored and unanswered. It's only through the work of Consciousness that we can glimpse a much more extensive and elevated plain in which Death is merely part of the vital process, not an end.

This space in which we live is itself alive. Rocks, crystals, fire, air, water, even the artificial creations of our intellect, are forms of life with their own vibration and interconnected codes. They couldn't exist any other way but as part of Nature and sustained by the perfect energy of Divine Love, God, Ein Soph, the All, Krishna or however we choose to call it. That energy is absolute and eternal, it permeates all that we see, believe, remember and feel. It remains untouched by the change of the seasons and carnal transformation and sustains all plains and dimensions in equal measure. In this Truth we can find the greatest trust and tranquility, because everything that has perished in flesh exists still in spirit and continues its unstoppable evolution.

Yes, let us weep. Yes, let us remember. Yes, let us feel the grief for what was to the bottom, so we can let it go along with the atavistic fear of dying, because nothing ends, everything continues always. in Love, Light and Truth, we have Eternity secured. Blessings to all.

La imperecedera certeza de la vida

Hoy es día de Luna Llena eclipsada en Sagitario y nuevamente, una Runa se repite noche y día. Esta vez es Othala, la Runa de los Ancestros y de todos los grandes trabajos terrenales. La energía es de memoria, de reconocimiento del pasado y navegación por los espacios recónditos de nuestra consciencia, un proceso inexorable que vivimos íntima y colectivamente. El mensaje rúnico de hoy me ha hecho pensar en la Muerte, un tema con el cual he tenido profundísima experiencia y que es innegablemente la raíz principal de los temores humanos.

La Muerte es el gran Igualador. Todas las culturas del mundo se han aproximado a la partida física de seres queridos relativamente de la misma forma pues las emociones que este evento invoca son las mismas sin distinción de género, raza, nacionalidad o período histórico. Todos hemos creado nuestros rituales más o menos elaborados para despedir a quien ha partido y aliviar la tristeza del panorama de no volver a ver el rostro o escuchar la voz amada en este plano. Hay muertes pacíficas y muertes violentas, solitarias y públicas, lamentadas y también celebradas, pero todas dejan una marca imborrable en nuestra historia; además, no sólo se trata de las muertes cercanas y conocidas, sino de todas esas que no vemos, de las que ni siquiera escuchamos, tan antiguas o privadas que nadie las recuerda y que sin embargo están grabadas en nuestras células, influyendo secretamente en todo lo que hacemos, sentimos y pensamos.

Todo muere en este Universo, incluso las estrellas y las galaxias. Nuestra vida material es demasiado corta y nuestra perspectiva demasiado ínfima como para que estemos al tanto de estas muertes, pero suceden con tanta certeza como las que sí podemos atestiguar ¿Cómo manejar esa vastedad? ¿Tiene algún sentido la existencia si todo eventualmente llega a un fin definitivo y desconocido? Acá es dónde entra en juego el trabajo espiritual. Ningún conocimiento que hayamos recabado en toda la extensión de nuestra presencia en este mundo nos puede ofrecer la visión que nos dan los sistemas místicos y las filosofías espirituales, pues todos se limitan al estudio e interpretación de este plano material dejando las preguntas más profundas y esenciales sin exploración ni respuestas. Es sólo a través del trabajo de la Consciencia que podemos vislumbrar un plano más extenso y elevado en el cual la Muerte sólo es parte del proceso vital, no un fin.

Este espacio en el que vivimos está en sí mismo vivo. La roca, el cristal, el fuego, el aire, el agua, incluso las creaciones artificiales de nuestro intelecto, son formas de vida con su propia vibración y códigos interconectados. No podrían existir de otra forma sino como parte de la Naturaleza y sustentadas por la perfecta energía del Amor Divino, Dios, Ein Sof, el Todo, Krishna o como queramos llamarlo. Esa energía es absoluta y eterna, permea todo lo que vemos, creemos, recordamos y sentimos. Permanece intacta por el cambio de las estaciones y la transformación carnal y sustenta todos los planos y dimensiones por igual. Es en esa Verdad que encontramos la mayor confianza y tranquilidad, pues todo lo que ha perecido en carne existe aún en espíritu y continúa indetenible su evolución.

Sí, lloremos. Sí, recordemos. Sí, sintamos al máximo el dolor por lo que fue para poder dejarlo ir junto con el temor atávico a morir, pues nada termina, todo prosigue siempre. En el Amor, la Luz y la Verdad, tenemos asegurada la Eternidad. Bendiciones a todos.